
Revelan las grandes historias antiguas que el Tártaro se convirtió en el lugar donde los grandes pecadores hallaban su justo castigo, para toda la eternidad.
Eternamente arrastrando una roca que caía en la ladera por su propio peso. El hambre y la sed eternas rodeado de manjares y límpidas aguas. El desvelo eterno. La eternidad viendo devorar tus propias entrañas.
La lucha sin fin, sin frutos, sin fundamentos.
¿En qué difieren estos castigos del consumo de uno mismo por sus propias Pasiones?
La lucha titánica contra uno mismo es la raíz de todo. Y lo más fácil es dejarse arrastrar, dejarse consumir.
Esto es lo que hay, dice una voz, no hay más.
Y o te dejas morir. O te dejas consumir. O emprendes tu propia guerra intramuros. Si ganas o pierdes, la devastación llegará, y las victimas colaterales serán tu Paciencia, tu Ilusión… y tu Esperanza.
Como Ícaro vio derretir sus alas por intentar llegar a lo más alto...
2 comentarios:
Mi guerra intramuros comenzó cuando fui ser propiamente dicho.
Ahora, dentro de esa guerra, se me presenta otra estrategia. Esta es la de morir para nacer a un nuevo encaje. Parece ser que tú estás en la misma tesitura, pero en otro loci de esta gran mente extraña que es todo. Te animo desde lo más arraigadamente profundo de mi ser a que tomes las riendas de todo sin tomar las riendas de nada, como ahora pretendo hacer o "no hacer", según brillen mis ojos. Allí, a lo lejos, está nuestra victoria eterna. Aquí, entre cuatro paredes, está nuestra prisión, la que ahora vamos a romper con el ímpetu del bebé que comienza a saborer su primer vehículo; sus piernas, las columnas que ahora se empiezan a mover para llevarle a dónde sólo Ellael sabe.
Es completa mi seguridad. En la libertad sin nombre nos vamos a encontrar pronto. Tú a tu manera y yo a la mía.
Un roce de labios en tu mejilla. Me despedido y nos vemos en el campo de batalla...
sisifo???
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